Uno de los motivos por los que me apasionan las bodas es por el poder mágico que tienen para estrechar lazos y reconectar a las distintas generaciones de una familia.
Desde el momento en que anunciamos nuestro compromiso, nuestros padres, tíos, abuelos… comienzan a aprovechar la mínima oportunidad que se presenta para contarnos emocionados cómo organizaron sus bodas y nosotros los escuchamos con una mezcla de interés y ternura, porque -aunque hoy en día las bodas se han convertido en eventos complejos y que requieren grandes dosis de trabajo y gestión para resultar perfectas- esas conversaciones nos hablan de amor del bueno, de compromiso a lo largo del tiempo y de ilusión desmedida por una fiesta que será sobre todo nuestra, pero de la que ellos también se sienten parte importante.
Fotografía © Ruth Roldán
Si en el transcurso de una de esas charlas familiares te ha picado la curiosidad y has preguntado a tus mayores cómo les pidieron matrimonio, te habrá llamado la atención que en nuestro país las escenas con rodilla en tierra y un anillo en su cajita son poco frecuentes si nos remontamos tan sólo una generación atrás. Y es que la idea de que sea el novio quien le pida matrimonio a la novia por sorpresa y con diamantes de por medio es una costumbre bastante reciente y fruto de la influencia de la cultura norteamericana en nuestro país.
Muchos de nuestros padres y abuelos tomaron juntos la decisión de casarse y, simplemente, lo anunciaron en sus familias para comenzar la organización de la boda.
Otros cuantos -más tradicionales- tuvieron que armarse de valor y concertar una reunión con el padre de su novia para informarle de su intención de formar una familia con ella; el fin último de esta cita era conseguir su permiso y visto bueno a la idea de convertirse en el marido de su hija.
Después de estas escenas, lo habitual era celebrar una comida formal en la que se conocieran ambas familias y que permitiera concretar detalles del enlace como la fecha o el lugar de celebración. Y -aunque hoy en día ya no se tengan en cuenta los motivos que dieron origen a estas celebraciones familiares del compromiso de los novios- muchas parejas optan por hacer un homenaje a la tradición y festejar la pedida de mano con un almuerzo que sirva de excusa para disfrutar de tiempo en familia, muchos brindis y buenos deseos.
Fotografía © Noemí Jariod
¿Cuáles son las claves de esta fiesta de compromiso?
En primer lugar, que se trata de una celebración íntima. Lo ideal es que a ella asistan tan sólo los novios y sus padres o -en todo caso- que la lista de invitados se amplíe para incluir a los hermanos y a los abuelos de la pareja. Esto es así porque de otra manera estaremos más pendientes de atender a nuestros invitados que de disfrutar de las conversaciones y la oportunidad de conocer mejor a la familia de nuestro novio o novia.
Si os apetece contar en este momento con otros familiares cercanos como tíos, primos o vuestros amigos íntimos, lo ideal será distribuir la velada en dos partes diferenciadas: en primer lugar una comida o cena privada con vuestros padres y hermanos y a continuación una fiesta más informal a la que asistan todas estas personas especiales para vosotros.
Por otra parte, tenemos que tener en cuenta que -aunque sea una celebración familiar- una pedida de mano es un evento de cierta formalidad. Si el almuerzo se va a llevar a cabo en casa de la novia o de su familia -como marca la tradición- tendremos que preocuparnos de escoger con cuidado el menú y de decorar con gusto la mesa y los espacios que se vayan a utilizar. Si optáis por celebrar vuestra pedida en un restaurante, lo ideal es que escojáis un local agradable, luminoso y tranquilo que propicie la conversación y tenga cierto grado de intimidad.
En cuanto a la vestimenta, el protocolo recomienda optar por media etiqueta: pantalón y americana para los hombres y traje corto para las mujeres. Un look sencillo, cómodo y favorecedor sin grandes adornos será perfecto.
Por último, tradicionalmente se ha aprovechado este momento para llevar a cabo un intercambio de regalos entre los novios. Hoy en día lo habitual es que en el momento de celebración de la pedida de mano el novio ya haya entregado a la novia un anillo de compromiso, pero también es bastante común que la familia del novio o él mismo escojan este día para hacerle entrega a la novia de otra joya -como unos pendientes o una pulsera- e incluso que le presten alguna pieza de tradición familiar para que la lleve el día de la boda.
La familia de la novia, a su vez, puede entregarle a él un reloj, unos gemelos u otro regalo de cierto valor que sea de su interés y que pueda convertirse con el tiempo en una recuerdo especial que pase de generación en generación.
También es costumbre que los invitados hagan llegar a la novia centros y ramos de flores que decorarán la casa el día de la pedida. Según los más tradicionales, el novio deberá enviarle rosas blancas y el resto de asistentes podrán apostar por el color a la hora de escoger los arreglos florales que recibirá la protagonista de la fiesta de compromiso.
Fotografía © Paula Furió
Si vuestras familias ya se conocen y aún así os gustaría festejar de una manera especial con vuestros padres y hermanos vuestro compromiso, una idea diferente y original puede ser organizar una escapada familiar.
Esta propuesta es perfecta, especialmente, cuando uno de los dos provenís de una ciudad diferente. Podéis aprovechar esta excusa para que una de las dos familias sea anfitriona de la otra y les muestre de primera mano lo mejor de los paisajes, la gastronomía y la cultura de vuestro territorio.
Si compartís lugar de origen, podéis buscar un destino -bien dentro de España o en el extranjero- para organizar este viaje, siempre teniendo en cuenta que todos los miembros de la familia se sientan cómodos y disfruten: si se van a apuntar personas de edad, quizá sea conveniente cuidar la facilidad en los desplazamientos, si van a asistir niños será necesario buscar actividades que los entretengan y adaptar los horarios a los suyos…
La idea es pasar tiempo juntos, estrechar lazos y conocerse mejor en un ambiente distendido e informal; así compensaréis la sensación que muchas veces se tiene de no haber pasado tiempo de calidad con los más cercanos el día de la boda al tener que estar pendientes de todos nuestros invitados.
Si os apetece, podéis organizar una cena de pedida de mano tradicional como colofón de vuestra escapada: disfrutar de una comida especial en un lugar emblemático de la localidad que hayáis visitado juntos será el broche ideal para cerrar un fin de semana lleno de emociones.
Fotografía © Pelillos de Ratón
Como en todo, la decisión de llevar a cabo o no este tipo de actos anclados en la tradición es una decisión personal de la pareja, pero ¿no os parece una costumbre bonita y entrañable?
Me encantará leer vuestros comentarios sobre la celebración de vuestras fiestas de compromiso en los comentarios de esta entrada.